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Un día junto a los activistas del mar que luchan por salvar el Mediterráneo

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Diana Puig es una apasionada del mar desde que recalara en Eivissa hace 26 años. Es esta pasión y este amor los que la inspiraron a sacarse el título de buzo profesional en 2019, para fundar la plataforma Maltesa del Mar en 2021 (constituida en un principio como asociación y disuelta posteriormente para pasar a ser una plataforma), que trabaja en la limpieza de los fondos marinos e imparte talleres en diferentes colegios públicos de la isla para plantar la semilla del conocimiento oceánico de las niñas y los niños más pequeños.

Durante su primer año, Puig, rodeada de un gran equipo de científicos (biólogos marinos y licenciados en ciencias del mar) y buzos profesionales, se embarcó en la ardua tarea de explorar e inspeccionar algunos de los fondos marinos más dañados de Eivissa para realizar diagnósticos y estudios sobre los objetos (muertos, es decir, estructuras de fondeo ilegal de embarcaciones, neumáticos, cadenas, basura de gran tonelaje y otros elementos perjudiciales) que están destrozando la biodiversidad de diferentes parajes naturales.

Entre estos proyectos, destaca el que realizan en Porroig (zona declarada LIC -Lugar de Interés Común- y en parte incluida en el Área Natural de Especial Interés -ANEI-), Pou des Lleó (desde cuya playa se puede apreciar el islote de Tagomago, catalogado como LIC, Área Natural de Especial Interés de los Amunts de Eivissa y Zona de Especial Protección para las Aves -ZEPA-) y Sa Caleta, cala de pescadores situada en una zona que albergó un poblado fenicio en el siglo VIII a.C. (declarado como Patrimonio de la Humanidad junto a las praderas de posidonia) y que forma parte del Parc Natural de ses Salines de Eivissa y Formentera (área reconocida como ANEI -en las salinas de Eivissa, los islotes de Es Freus, zona entre medias de las dos islas, y las áreas de Estany Pudent y Estany des Peix en Formentera- y catalogada también en las categorías LIC, ZEPA y Zona de Especial Conservación -ZEC-).

“Sa Caleta es el proyecto por el que saqué fuerzas, porque hacía años que sabía cómo estaban las cosas (bajo el mar)», explica Puig a elDiario.es. “Es una reserva natural, pero está llena de volúmenes, cadenas, neumáticos… Hemos realizado, dentro de nuestras posibilidades, retiradas de volúmenes y este invierno, en principio, estamos gestionando la limpieza de fondos y que haya balizado», continúa Puig.

Tanto la zona de Sa Caleta como la de Porroig no están balizadas, aunque en este último caso el Govern balear tiene un proyecto de campo de boyas ecológicas que prevé desplegar en verano de 2023. Pese a que la normativa (Decreto 25/2018, de 27 de julio, sobre la conservación de la Posidonia oceánica en las Illes Balears) prohíbe fondear sobre la posidonia, en calas como las descritas proliferan las embarcaciones que echan el ancla sobre ellas o que realizan actividades de chárter ilegal. “El balizado sí que va a provocar que haya limitaciones al fondeo irregular. En Porroig no se ha balizado y, por eso, está lleno de muertos», continúa Puig, quien advierte que si no se toman medidas para proteger estos dos enclaves, la biodiversidad de estos fondos marinos podría desaparecer en los próximos diez años. “Si dejamos estas zonas en paz, lo que significa que no existan negocios de chárteres, podrían regenerarse por sí mismas».

Además del trabajo de campo mencionado, Puig y sus compañeros han impartido charlas en los colegios públicos de Puig d’en Valls (Santa Eulària des Riu), Sant Rafel (Sant Antoni de Portmany), Can Misses y Portal Nou (Eivissa), con el objetivo de activar la chispa del aprendizaje en los niños y niñas y pone como ejemplo el comportamiento de los erizos. “Os tenéis que bañar donde veáis muchos erizos, porque el erizo os está diciendo algo muy importante: esta agua está limpia, porque un erizo no va a estar allá donde el agua no esté limpia». Es decir, se trata de generar curiosidad para que aprendan y valoren la fauna y la flora marina. Para concienciar sobre la limpieza, cuenta otra anécdota. “Cuando vais a casa de vuestros amigos y amigas, ¿tiráis las cosas al suelo, vais a comer y dejáis todo por en medio, o tenéis más cuidado? (Los niños se quedan en silencio, mirándose entre ellos, explica) Entonces, cuando vayáis al mar, tenéis que hacer lo mismo porque estáis de invitados».

Entre otras actividades educativas más prácticas, Maltesa del Mar enseña diferentes modalidades de buceo (esnórquel, apnea y submarinismo) con el material propio de los miembros de la plataforma. Todo lo hacen por amor al mar, pero, sobre todo, insiste Puig, pensando en el legado que dejaremos a las futuras generaciones. “Cuando hice la reflexión de por qué esto me hería tanto, no veía a los adultos por ningún sitio, veía a los niños continuamente. Mi inspiración, mi ilusión y (la razón de) mi trabajo son ellos (los niños)».

La asociación Vell Marí, ubicada en el Puerto de La Savina (Formentera), trabaja en dos proyectos muy importantes: la restauración de corales (dos de las especies más importantes del Mediterráneo son la gorgonia roja -Paramuricea clavata- y el coral rojo (-Corallium rubrum-) y la siembra de posidonia. En el caso de los corales, estas especies se encuentran amenazadas por presiones como la contaminación y los vertidos de sustancias tóxicas al mar, el desarrollo urbanístico costero, las especies exóticas invasoras, malas prácticas en la pesca y fondeo de embarcaciones y el cambio climático, según explica la entidad.

“La protección de hábitats coralígenos empezará en septiembre, en colaboración con Cristina Linares, doctora de la Universitat de Barcelona y el doctor Enric Ballesteros, dos investigadores referentes en la materia. Este proyecto tiene tres objetivos: prospección, mitigación y sensibilización», explica a elDiario.es Noelia Hernández, doctora en Ecología Marina, exploradora de National Geographic y directora de conservación de la Asociación Vell Marí.

En primer lugar, se realizarán prospecciones en la zona de Es Vedrà y Es Vedranell e Illots de Ponent (que gozan de la protección de las categorías LIC, ANEI y ZEPA) para conocer cuán impactadas están las poblaciones de corales. Estas poblaciones se encuentran a profundidades de entre 30 y 70 metros, por lo que se utilizarán equipos de buceo técnico. Para las prospecciones más profundas se contará con el doctor Stefano Ambroso y el uso de un ROV (vehículo submarino operado remotamente). Este proyecto se hace en colaboración con las Reservas naturales de es Vedrà, es Vedranell y los islotes de Ponent (Conselleria de Medio Ambiente del Govern balear), a quienes se cederán los resultados para mejorar la gestión y conservación de estas áreas.

En la segunda fase, de mitigación, se realizarán estudios que irán destinados a la Conselleria de Medio Ambiente del Govern balear. “Uno de los problemas que tenemos es que hay artes de pesca que se han abandonado, afectando a las gorgonias rojas», lamenta Hernández. “Aquellas (artes de pesca) que sean más recientes las quitaremos para evitar que haya un daño mayor». Otras, en cambio, llevan ancladas durante mucho tiempo. No serán retiradas “porque puede suponer un mayor problema». Por ello, trabajarán también mano a mano con los pescadores para analizar con ellos posibles soluciones a los problemas de enganche de las redes en estos fondos sensibles.

La fase final es de sensibilización, porque la mayoría de la gente, sostiene Hernández, no conoce o ni siquiera sabe que hay corales en el Mediterráneo. “Ni nos imaginamos la diversidad que albergan estos sitios y su importancia», asegura Hernández. “Son hábitats bioconstructores, es decir, tienen estructuras y dimensiones complejas que favorecen que haya alta biodiversidad», añade.

Hace cuatro años, Manu San Félix, fundador de Vell Mari, biólogo marino y explorador de National Geographic, diseñó Posidonia Maps, una app que permite conocer, entre otras cuestiones, dónde no se puede fondear, para evitar dañar a esta planta marina. Actualmente, la app (gratuita) contiene la cartografía de posidonia de todas las Balears.

En 2021, la asociación empezó un proyecto de siembra de posidonia junto a los investigadores (Inés Castejón y Jorge Terrados) del Instituto Mediterráneo de Estudios Avanzados (IMEDEA), un plan piloto que durará cinco años. “Nuestro objetivo es recuperar el Mediterráneo, que vuelva a ser más parecido a cómo era hace 50 años, más protegido, con mayor abundancia y biodiversidad de especies», afirma Hernández. El año pasado plantaron cerca de 800 semillas. El proceso es el siguiente: se recoge el fruto de la posidonia que se desprende y termina en las playas, para guardarlo unos meses en condiciones controladas hasta que las raíces crezcan lo suficiente para que se puedan plantar.

Es un proyecto que se hace con voluntarios para crear conciencia, sin embargo, sus resultados no serán visibles hasta el largo plazo, porque la planta crece muy lentamente. “Sembrar posidonia nos va a ayudar a aprender mucho sobre la biología de la planta y a comprender mejor su capacidad de sobrevivir en el futuro Mediterráneo. Al mismo tiempo, transmitimos el mensaje de que es fácil destruir lo que la naturaleza ha conseguido a lo largo de miles de años y que es difícil recuperar lo que destruimos», expone San Félix, que insiste en que sembrar no es suficiente para salvar la posidonia.

Por este motivo, Hernández recuerda que los proyectos de restauración son complementarios, porque lo fundamental es proteger y cuidar lo que ya tenemos. “Aunque tengamos resultados exitosos (con la restauración) no es lo mismo que la naturaleza siga su curso. Mucha gente puede pensar: ‘Si están haciendo restauración no pasa nada’. No, es un proceso muy lento. Hay que proteger nuestros hábitats marinos y ecosistemas, en este caso, del Mediterráneo».

A través del llamado “Decreto Posidonia», el Govern busca proteger esta planta cuya función es clave para el ecosistema del Mediterráneo. Desde que fue aprobado el pasado mes de julio de 2018, el Servicio de Vigilancia de Posidònia patrulla las costas de las Illes Balears alertando a patrones y capitanes sobre la importancia de no fondear sobre los bancos de posidonia. 

“En total tenemos 16 embarcaciones operativas en las islas: seis en Mallorca, cuatro en Eivissa, tres en Menorca, más una del Consell -que está presente en los meses de más presión- y tres en Formentera», señala a elDiario.es Marcial Bardolet, responsable del Servicio de Vigilancia en Balears. “Sus funciones son las de asesorar e informar a las embarcaciones sobre cómo fondear bien y no causar impacto a la posidonia con el ancla o cadena, así como informar sobre las herramientas disponibles para el fondeo correcto», añade. 

En Menorca, la afluencia de embarcaciones recreativas ha ido creciendo con los años. Durante los meses de verano la presión sobre las costas de la isla aumenta cada vez más. Según señala Bardolet, “existe un aumento anual de las embarcaciones. Quizá hemos detectado una menor afluencia de las grandes esloras, pero las embarcaciones recreativas y los chárteres siguen en aumento. Por otro lado, da la impresión de que también se reparten más en el territorio como por ejemplo, notamos más afluencia de navegantes en el norte de Eivissa que en Menorca».

Jorge Casado es el responsable del Instituto Balear de la Naturaleza (Ibanat) de Menorca y está a cargo de coordinar, junto con los patrones de cada embarcación de la isla, el monitoreo y patrullaje de posidonia. “Nuestra función fundamental es informar. Últimamente hemos notado que muchos patrones están concienciados y colaboran correctamente si se les solicita que se muevan. Los propios navegantes no quieren fondear en posidonia por su propia seguridad, por lo que en estos últimos años la colaboración mutua ha mejorado. Queda por resolver a una minoría que se niegan a colaborar o que no entienden la importancia de esta planta marina», señala a elDiario.es.

Si bien el Servicio de Vigilancia no tiene competencias directas para imponer sanciones económicas, que van desde los 100 euros a los 2 millones de euros, dependiendo del daño ocasionado, sí puede labrar un acta si un patrón se niega a remover su embarcación. Sin embargo, Casado admite que “no es lo más frecuente».

En ese mismo sentido se expresa Bardolet, quien destaca que “cada año los resultados nos demuestran que la conciencia entre los patrones es mayor, es decir, que fondean mejor». Según estiman desde el Servicio de Vigilancia, en los años que lleva funcionando el patrullaje se ha reducido el impacto de los fondeos en todas las Balears de un 17% de embarcaciones mal fondeadas en 2018 a un 5% en 2021. “Es una muestra más de que el Servicio está consolidado y que, además, cumple con los objetivos por los cuales nació: concienciar, informar y entre todos conservar la posidonia», afirma Bardolet.

Walter Bernal es el patrón de una de las embarcaciones que vigilan las costas aledañas a Cala Galdana, en la zona sur de Menorca. Es de origen peruano y lleva toda la vida trabajando en el mar. Casi 20 años en la isla. Fue pescador, hizo chárteres y ahora vela por la protección de la planta acuática más importante del mediterráneo. “Hay algunos que dicen que estamos boicoteando el turismo cuando les pedimos que corrijan el fondeo para evitar arrastrar bancos de posidonia. Son los menos, pero esa suele ser la respuesta: que fastidiamos el turismo».

Durante una hora navegamos entre Cala Galdana y Cala Mitjana, corrigiendo fondeos y esquivando embarcaciones que se alquilan para personas sin titulación. “Esto también es un peligro», señala Walter. “Mucha gente se embarca sin saber navegar y en muchos casos desconocen la importancia de no echar el ancla sobre “lo negro», o sea, sobre posidonia», comenta a elDiario.es.

Bardolet destaca la importancia del Servicio de Vigilancia y reflexiona sobre los desafíos que existen en materia de política ambiental: «Uno de los principales retos respecto a la protección de la posidonia es la implicación del Estado y de otras administraciones. El trabajo hecho desde las Illes Balears es mucho, pero no puede quedar como algo local, sino que tiene que convertirse en algo global y transversal, visto además que esta fanerógama es uno de los principales captadores de CO2, punto importantísimo a conservar en tiempos de emergencia climática como el que vivimos».

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