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Elon Musk contra Twitter: ¿el primer juicio sobre bots de la historia?

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Algunos las llaman cuentas falsas. Otros, perfiles fraudulentos. La mayoría los conoce simplemente como «bots». Desde fuera es imposible discernir hasta qué punto se han infiltrado en las redes sociales, convirtiéndolas en un teatro de marionetas para que sus usuarios compren, voten o protesten a favor de los intereses del mejor postor. Este es uno de los grandes dilemas de la sociedad digital, y también la estrategia que Elon Musk utilizará en su batalla legal para librarse de su compromiso para comprar Twitter por 44.000 millones de dólares.

Fiel a su trayectoria impulsiva e impredecible, el empresario pasó de criticar a la red social por censura y falta de libertad de expresión a convertirse en su máximo accionista primero y lanzar una oferta hostil para hacerse con toda la compañía después. Twitter intentó defenderse de su embate, sin éxito. En cuestión de días la junta directiva aceptó las condiciones del multimillonario y rubricó la venta.

Musk es un usuario empedernido de Twitter. Es consciente de que los bots son uno de los principales problemas de la plataforma y arreglarlo era supuestamente uno de sus principales objetivos: «Quiero hacer que Twitter sea mejor que nunca, mejorando el producto con nuevas funciones, haciendo que los algoritmos sean de código abierto para aumentar la confianza, derrotando a los bots y autentificando a todos los humanos», declaró en el comunicado en el que hacía oficial la compra.

Cuando el culebrón parecía cerrado, Musk volvió a hacer un quiebro. Apenas dos semanas después de cerrar la compra, la congeló, presuntamente preocupado por la forma en que Twitter calcula los bots que hay en su plataforma. La empresa asegura que representan menos del 5% de usuarios totales, pero Musk dice que no se lo cree y tras hostigar durante un tiempo a Twitter y hacer caer su valoración, anuló la compra.

Twitter denunció al multimillonario para obligarle a cumplir el contrato que firmó. Argumenta que en todo momento ha hecho públicas ante el regulador bursátil estadounidense sus estimaciones sobre cuántos bots hay en la plataforma, por lo que esto no suponía ningún secreto para Musk. Además, recalca que siempre ha advertido que sus cifras son aproximaciones que podrían resultar equivocadas, por lo que esgrime que Musk no tiene derecho a invalidar el acuerdo.

El juicio se llevará a cabo en Delaware, el territorio con ventajas fiscales donde la empresa tiene su sede oficial en EEUU. El objetivo de Musk y su equipo jurídico es convertirlo en un proceso de amplio alcance sobre las cuentas falsas de las redes sociales, para después abordar la forma de detectarlas de Twitter.

Siguiendo esta estrategia, pidió retrasar el inicio del juicio para recopilar información y contactar a expertos a los que pudiera llamar al estrado para hablar en detalle sobre el problema. Musk necesita desviar el proceso al terreno de los bots, convertirlo en la primera batalla legal sobre ellos y cómo deben controlarlos las redes sociales. Pero la táctica del empresario tiene un bache: su pacto con la red social ni siquiera menciona a los bots.

«Elon Musk está intentando salirse del acuerdo de compra de Twitter. Afirma que más del 5% de los usuarios de Twitter son bots. Está claro que sería ventajoso para el señor Musk que viviéramos en un universo alternativo en el que su acuerdo con Twitter prometiera que no más del 5% de sus usuarios son bots. Por un lado, podría tener razón, y entonces podría salirse del acuerdo, aunque nunca ha presentado ni siquiera un indicio de evidencia de que podría tener razón», ironiza Matt Levine, uno de los principales analistas financieros de Wall Street que ha seguido de cerca el caso en sus columnas en Bloomberg.

«A Musk se le da bien enturbiar las aguas e impresionar a los impresionables, y esto jugaría a su favor. Pero en el mundo real, donde Twitter no le prometió a Musk que menos del 5% de sus usuarios son bots, es mucho más difícil para Musk hacer cualquier argumento que le permita salirse del acuerdo», explica.

Como avanza Levine, Musk ha utilizado su relevancia mediática para colocar el asunto de los bots en el centro del debate. Pero que pueda hacerlo en el juicio es otro cantar. «La jueza tiene mucha experiencia, es muy directa y es lo suficientemente experimentada para entender cómo se realizan este tipo de acuerdos», explica al medio estadounidense Quartz una catedrática de derecho sobre la trayectoria de la magistrada. «No creo que se desvíe del camino por intentos de distracción o de enturbiar, que —hasta ahora, con todas las reservas sobre la posible aparición de nueva información— parecen ser la única esperanza de Musk», añade.

Por el momento, la primera aspiración de Musk ya ha sido denegada por la jueza. El juicio no se retrasa y, a no ser que las partes lleguen a un acuerdo para evitarlo, comenzará el 17 de octubre.

Twitter no le prometió a Musk en su acuerdo de compra que menos del 5% de sus usuarios sean bots, pero eso no quiere decir que el multimillonario no pueda meter el dedo en la llaga acerca de sus métodos. Aquellos que no le ven futuro a su estrategia explican que Musk debería haber revisado la forma en la que Twitter cuenta los bots antes de firmar el acuerdo de compra, cuando debería haber hecho las «debidas diligencias» para asegurarse de que el negocio de la empresa estaba en orden. No obstante, tiene margen de movimiento.

La presencia de bots no solo tiene consecuencias sociales por su capacidad para intoxicar la conversación pública. También son claves en el negocio de las redes, que se financian a través de la publicidad. Si hay muchas más cuentas automatizadas en Twitter de las que la plataforma reconoce, entonces su materia prima (los usuarios a los que puede mostrar anuncios) es menos valiosa de lo que le dijo a Musk.

Kevin Paffrath, un conocido analista financiero y youtuber, recalcó que el hecho de que el multimillonario no realizara las «debidas diligencias» sobre los bots antes de rubricar el acuerdo de compra no significa que ahora deba llevarla a cabo obligatoriamente. «Twitter puede ser responsable de las omisiones o de los hechos materiales engañosos. Renunciar a la debida diligencia no significa que tenga que aceptar una revelación fraudulenta (como los bots subestimados)», publicó. «Exactamente», le contestó Musk.

Lo que va a cuestionar el empresario es cómo Twitter calcula que menos del 5% de sus usuarios son bots. Cuando la red social estaba intentando salvar el acuerdo de compra invitó a Musk a que viera cómo lo hace, tras lo cual este procedió a sacarlo a la luz. Según contó, los empleados de Twitter analizan manualmente una muestra aleatoria de 100 cuentas al día. Los baremos de bots que detectan en esas 3.000 cuentas mensuales se mueven por debajo del 5%, y esa es la cifra que la empresa comunica.

Musk ha criticado que la muestra es pequeña y también que no se utilice inteligencia artificial ni ningún método «más avanzado» para detectarlas. No obstante, en este campo las redes sociales se mueven en la autorregulación y si la jueza entra a valorar la validez de esa estimación deberá basarse en su propio criterio.

Musk pensaba financiar buena parte de los 44.000 millones de dólares que iba a pagar por Twitter con el dinero de las acciones que posee de Tesla. Pero desde abril la situación económica ha cambiado mucho. El multimillonario está preocupado por el futuro de su empresa de coches eléctricos, mientras que la valoración de Twitter ha caído en picado.

«Desde que se gestó la oferta, seguramente a primeros de abril, hasta que se echó atrás, a primeros de julio, el Nasdaq [el índice bursátil estadounidense para compañías tecnológicas] había perdido un 15% de su valor y la oferta se había quedado muy alta», afirma Enrique Llanes, autor de Tesla, el ADN de la disrupción (Almuzara).

«Yo creo que sigue estando interesado pero a un precio actualizado al mercado. Desde luego el tema de los bots creo que es totalmente secundario y ha sido más una maniobra para ganar tiempo hasta ver qué hacía la economía. Pero los cambios de idea quizá hayan espantado a algunos de los inversores con los que tenía acordados fondos y se ha visto a obligado a hacer una nueva venta de acciones [de Tesla] para ganar liquidez», opina.

Son muchos los que como Llanes apuntan que el objetivo real de Musk es renegociar a la baja el precio que va a pagar por la compañía. Desde luego, parece poco probable que llegue hasta las últimas consecuencias en su intención de no comprar la empresa, ya que la jueza podría obligarle a pagar los 1.000 millones de dólares como compensación que establece el acuerdo de compra si una de las partes lo rompe unilateralmente.

«Estamos comprometidos con el cierre de la transacción en el precio y los términos acordados con el Sr. Musk», se limita a expresar Twitter a este respecto. «Confiamos en que prevaleceremos en el Tribunal de la Cancillería de Delaware». El culebrón, por el momento, está en pausa hasta que dé comienzo el juicio el 17 de octubre, a no ser que Musk tenga un nuevo quiebro en la recámara.

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